Apoyé la sien en la ventanilla mientras miraba el paisaje. Las líneas de la carretera se perseguían unas a otras rápidamente, hasta formar una sola. Ligeramente mareada, decidí poner un poco de música.
Papá iba
conduciendo, con la mirada fija en la carretera, aunque de vez en cuando me
echaba ojeadas a través del retrovisor. Acerqué la mano a la radio, dispuesta a
buscar una emisora que estuviera bien.
Sin querer,
pasé por una en la que solo ponen música ochentera, rezando porque mi padre no
se hubiera dado cuenta; desgraciadamente, fue rápido y dijo:
-¡Eh, qué
buena...! Déjala.
Maldije en
voz baja, mientras me imaginaba a un padre amante de boybands, o del dubstep, o
del rap, y se me escapó una sonrisa.
Al ritmo de
Abba llegamos el polideportivo, y salí pitando para coger mis cosas del
maletero. Le di un beso rápido a papá y eché a correr hacia el edificio.
-¿Quieres
que te acompañe?- gritó él a lo lejos, aunque yo ya estaba prácticamente
dentro.
Genial, mi primer día y ya llego
tarde, pensé. Odiaba
llegar tarde.
Cruzando la
puerta, observé los carteles que indicaban dónde estaban las piscinas, y me
dirigí allí. Luego, dejé mi mochila con el móvil dentro en un banco. Bien, tampoco
había traído un candado para la taquilla.
La madre de Manu se acercó a mí, sonriente. Éramos vecinos desde que me mudé allí, hacía ya años; era muy amiga de mis padres.
-Bien Lena,
ya has llegado. Manu se está equipando, en un momento sale. ¿Tienes bañador
puesto?- negué con la cabeza.- Si quieres ve a cambiarte y luego vienes.
Me señaló
los vestuarios y eché a andar hacia allí, con la mochila en un hombro. Me puse
el bikini y miré mi reflejo en el espejo de los lavabos. ¿Estaba bien así? ¿O
iba demasiado… atrevida? Lena, deja de
pensar como si fueras una monja. Además, ¿desde cuándo me preocupaba tanto
eso? Era solo un bikini, era solo una clase de prueba de buceo. No era para
tanto.
Cuando salí,
me encontré con que Manu ya estaba en el agua, con toda la equipación puesta;
hasta llevaba las aletas de pato.
Volví a dejar mis cosas en el banco y me acerqué a él.
-Métete.
Está buena, no está fría.
Manu me
sonreía mientras flotaba en el agua; indiferente, relajado. Justo lo contrario
a lo que estaba yo. Inspiré suavemente; me senté en
el bordillo, con los pies en el agua, y me sumergí impulsándome con los brazos.
Cuando volví a salir a la superficie, Manu me tendió unas gafas gruesas de buceo, le sonreí y me las puse.
-Bien-
comenzó a decir-, con esto se respira. Te lo pones en la boca, inspiras y te
lleva el oxígeno ahí, ¿vale?
Señaló un
tubito que le salía de la espalda, supuse que de la bombona de aire. Asentí y
le miré, y entonces me di cuenta de que estaba esperando a que me lo pusiera.
Él se puso el suyo y yo hice lo mismo, respirando. Funcionaba, aunque hacía un
sonido un poco raro.
-Vale, tú
ponte a mi lado y déjate llevar, yo te guío.
Hice lo que
me dijo y nos sumergimos en el agua. Me hizo el signo de okay y yo le imité, como me había explicado antes; significaba que estaba
lista para nadar.
De repente,
me cogió de la cintura, rodeándome con el brazo, y comenzó a tirar suavemente
de mí. Por un momento, me puse nerviosa y me quedé parada donde estaba. Pero,
antes de que Manu se volviera hacia mí, yo también empecé a nadar y me coloqué
a su derecha.
¿Qué acaba de pasar? Vamos Lena, no
puedes ser así, solo es Manu. Manu, tu vecino. Manu, al que conoces desde que
te mudaste aquí.
Empecé a
titubear. ¿Qué hacía con mis brazos?
¿Los ponía delante, braceaba…? ¿O los
dejaba atrás, a mis costados? ¿Y si sin querer le daba un manotazo?
Entonces, la
mano que había estado sujetándome la cintura se aflojó; giramos, ya que
habíamos llegado al final de la piscina, y volvió a cogerme, aún con más
firmeza.
Empecé a sentirme tranquila, calmada; solo se escuchaba el sonido del agua, moviéndose con el
avance de nuestros cuerpos, y nuestras respiraciones a través de los tubos.
Como dijo Manu, me dejé llevar; de vez en cuando volvía la vista hacia él,
aunque luego volvía a mirar al frente. Ya iba quedando menos, la distancia iba
acortándose. Hasta que llegamos al final.
Salimos otra
vez fuera y nos quitamos las gafas. A Manu se le había quedado el pelo de
punta, haciéndome sonreír.
-¿Te ha
gustado?
Asentí, con
una amplia sonrisa.
-Me ha
encantado.
Qué adorable. <3
ResponderEliminar¡Tú!
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