Cap 12
Nimb, entusiasta, se dirigió hacia la
puerta de salida de la gran sala arrastrando a Anabeth con ella. La segunda
empezaba a dudar sobre el asunto incluso más que antes, pues no quería ver su
medianamente larga y preciosa melena reducida a esa pequeña coleta que llevaba
la sargento.
-No sé si es una Buena idea…- intentó
disuadir a Nimb.
Antes de que pudiese añadir algo más, una
peluquera la agarró por los hombros y la sentó en una de las sillas con grifo
en la que le mojo el pelo y se lo lavó. Estaban en una sala al lado de el gran
scenario en la que Anabeth no se había fijado. Era una especie de salon de
belleza todo pintado de blanco, incluso los peines y los secadores eran de un
blanco impoluto. Cuando la peluquera la sentó en la silla justo delante de los
grandes espejos justo a la derecha de la sala y sacó las tijeras a Anabeth le
entró un escalofrío.
-¿Es necesario?- le preguntó a la peluquera
cuya melena cobriza estaba recogida en un moño que delataba que su pelo era más
largo de lo reglamentario.
-Sí, lo siento- dijo con voz fría la
peluquera, en cuyos ojos Anabeth no detectó un atisbo de compasión.
Anabeth ahogó un lamento.
-Te lo dejaré todo lo largo que pueda-
suavzó un poco la voz.
-Por favor- susurró Anabeth.
La chica de melena cobriza agarró las
tijeras y Anabeth cerró los ojos para no ver los mechones que caían como lluvia
en una tormenta de destellos rojizos.
***
-Ya estás lista- soltó al fin la dueña de
las tijeras que segundos antes desfilaban arrasando todo lo que había a su paso
por le pelo de Anabeth.
Esta última abrió los ojos despertándose de
lo que por haber durado más tiempo podría haber llegado a ser un sueño
profundo. Cuando su vista enfocó vio en el espejo a una chica de ojos castaños y
pelo corto que formaba leves tirabuzones en las puntas, no parecía ni de lejos
lo que se había imaginado al principio, se sentía incluso bonita.
-Te lo he arreglado un poco, no ha quedado
tan terrible, eh? - La peluquera le
sonrió.
-Gracias. ¿Cómo te llamas? - Anabeth seguía
incrédula.
-Sachira, pero todos me llaman Sachi.
Como prueba de esa afirmación una de sus
compañeras, la mas veteran sin duda, la llamó y esta se despidió agitando la
mano mientras Anabeth la miraba incrédula y se levantaba con el piloto
automático sin saber muy bien cómo reaccionar. Se dio cuenta de que las chicas
con el pelo recién cortado salían entre grititos de emoción y lamentos por la
puerta que comunicaba con la sala grande.
Nimb apareció de la nada y la arrastró
hasta la puerta junto con el grupo de chicas demasiado emocianadas como para
reparar en ellas, por este motivo Anabeth se llevó un par de pisotones e hizo
que un par de chica tropezaran y cayeran no sin antes lanzarle una mirada
furibunda con un mensaje claro: <<No te acerques a mi>>.
Cuando consiguieron alejarse de todo el
barullo Nimb se dio la vuelta y se quitó la gorra en la que Anabeth ni siquiera
había reparado pues estaba demasiado centrada en su propio cabello y se
preguntaba qué le diría Jake al verla.
Cuando se fijó en la imagen de Nimb se le
cayó el alma a los pies. La chica estaba realmente preciosa, el nuevo corte de
pelo le quedaba a las mil maravillas: el pelo enmarcaba su preciosa rostro en
forma de corazón y los mechones estaban organizados en tirabuzones perfectos y
el rojo oscuro de su pelo tenía un brillo anaranjado que resaltaba el color.
-Estás impresionante – le dijo Anabeth.
-Tú tampoco estás nada mal- sonrió la
segunda, pero su voz delataba una gran satisfacción consigo misma.
- Me siento rara – dijo Anabeth calándose
la gorra de soldado.
Nimb se la quitó y le colocó suavemente el
pelo hacia un lado dándole más volumen.
-¿Tú? Yo me siento extraterrestre.
Cuando salieron del edificio femenino y
vieron a todos los soldados esparcidos en diferentes lugares, jugando a las
cartas o charlando, Anabeth se dio cuenta de una cosa: ¿Y si a Jake no le
gustaba? Oh dios…. Su primera reacción fue darse la vuelta y salir corriendo,
pero era demasiado tarde, el chico ya avanzaba hacia ellos. En cuanto Jake
apareció y sonrió, la chica se relajó notablemente, él no había sufrido ningún
cambio a excepción de que llevaba el flequillo recortado.
-Estás diferente …-sonrió a Anabeth- pero
diferente en el buen sentido. El tuyo también me gusta Nimb.
Ambas sonrieron de vuelta, las dos habían
sucumbido a sus encantos, cuando Anabeth se dio cuenta de que los ojos de Nimb
tenían la misma mirada que los suyos se alertó. Jake era suyo y de nadie más…
Espera, ¿Qué? ¿Jake? ¿con J? No, que va ¿a ella no le había gustado desde
siempre Dake, con D? ¿No había sido Jake siempre el hermano incordio que daba
problemas y hacia chistes racistas contra los que Anabeth no podía estar menos
en desacuerdo? No, Jake había estado allí cuando se había caído, momento en el
que Dake la había empujado. Jake le había sonreído en momentos en los que su hermano
la había mirado con asco, solo se reía de esos chistes que solían ser obra de
su hermano, aunque él también tenía suyos propios… Siempre había intentado
ayudarla cuando tenía dudas en algún ejercicio, incluso siendo de otra clase,
respondía a todas sus preguntas el primero y se hacía de rogar para obtener la
respuesta completa.
Se acordó de la vez en la que Dake estaba
realmente furioso con la profesora de inglés de entonces y estuvo a punto de
insultarla abiertamente si Jake no hubiese aparecido y le hubiese convencido de
que era mala idea. Se dio cuenta de había estado enamorada de Jake Mildlake,
cuyo nombre empezaba con J, no D. En ese instante se descorrió un tupido velo
permitiéndole ver la realidad, en ese momento desapareció el ficticio mundo de
felicidad e irrealidad en el que todos los errors de Dake habían sido
atribuidos a Jake solo para poder seguir pensando que Jake era el malo de la
película cuando no había buenos o malos. Solo había una verdad y era que Jake
había estado allí cuando lo necesitaba, muy al contrario que Dake, siempre
había estado allí y ella había sido incapaz de darse cuenta. Su corazón siempre
había apuntado en su dirección y se lo decía ahora.
<<A buenas horas>> pensó.
Reprimió el impulse de saltar a sus brazos
y besarlo, de pedirle perdón por no haberse dado cuenta nunca y de darle las
gracias por todo lo que había hecho por ella. De decirle que quería tenerlo
siempre cerca y de confesarle lo que sentía por él.
Se reprimió y lentamente subió de nuevo la
vista hasta centrarse en sus ojos moteados de verdes e intentó que no le
fallara la voz.
-Eh… ¿Has hecho algún amigo? - consiguió
articular al fin.
-Sí, he conocido a algunos chicos…interesantes-
se paró un momento, no quería que las chicas se confiaran pues acababa de
conocerlos y no confiaba del todo en ninguno- seguidme, os los presentaré.
Nimb sonrió resuelta se colocó a su lado y
lo apremió tirándole del brazo suavemente, gesto que a Anabeth no le hizo
ninguna gracia.
-Pues vamos, yo también quiero hacer amigos
nuevos.
Anabeth les siguió a pocos pasos de
distancia y se preguntó qué clase de personas serían los amigos de Jake. Se dirigieron
hacia un grupo de chicos que en ese momento parecían contener la risa mientras
dos de ellos discutían sobre qué pasaría si un oso polar y un pingüino hembra se
enfrentasen. Había cinco de ellos, uno que parecía de origen mejicano saludó con
la mano a Jake casi a punto de estallar en carcajadas por las ridiculeces que
se inventaban sus amigos. Un chico rubio que daba la espalda a Anabeth en ese
momento estaba empezando a decir:
-Pues yo creo que el oso polar, porque es
mucho más grande, pero la pingüino tendrá muy malas pulgas y si es chica tiene
que ser lista…
Comentarios de ese estilo eran solo
tonterías, claramente ganaría el oso pensó Anabeth. Espera… el año pasado les
habían planteado la misma cuestión en un zoo que fueron a visitar.
-No ganaría ninguno de los dos porque un
oso polar y un pingüino jamás se encontrarían, uno vive en el polo sur y otro en
el norte.
Todos se la quedaron mirando y el chico
rubio se dio la vuelta al fin. Sus ojos marón canela no tenían nada fuera de lo
normal, pero parecían relucir con un brillo dorado cuando les daba la luz del
sol, su cara era verdaderamente perfecta, el tipo de chico que solo llegabas a
ver una vez en tu vida. Tenía cuerpo de atleta, era delgado, tal vez algo
enclenque, pero a Anabeth le pareció que podría tirar de un solo empujón a
cualquiera que se le pusiera delante.
Se giró hacia el mejicano y le preguntó con
un fuerte acento británico:
-¿Es eso cierto Kiko?
-La señorita tiene razón, se nota que es
más lista que todos vosotros juntos- sonrió Kiko.
Luego la aplaudió y su ejemplo fue seguido
por cinco pares de manos.
-Gracias, creo- sonrió tímidamente Anabeth.
-Yo también lo sabía- intentó Jake.
-Sí claro, y los cerdos vuelan- comentó un
chico Moreno al que se le notaba en la voz que venía de Francia.
Todos rieron y comenzaron las
presentaciones. Kiko, el chico mejicano era un poco más bajo que Nimb y tenía
los rasgos mejicanos más marcados que ningún otro de ese país que Anabeth
hubiese visto: tez morena, pelo negro como el carbon, ojos marrón oscuro y unos
cuantos burritos de más.
El
francés Moreno se llamaba Alejandro, pues su madre era Española, era muy alto y
enfermizamente delgado.
Un chico de rasgos chinos un tanto tímido
se presentó como Chan-lee, era de la misma altura que Anabeth y era el tipo de
chico que le habría encantado a Krista: muy musculoso, moreno y con ojos marrón
muy oscuro, a excepción de que era de rasgos asiáticos, cosa con la que la
chica jamás podría lidiar.
Otro
de los chicos que no había hablado todavía era un Alemán llamado James, era el
típico alemán : rubio, ojos azules y alto, muy alto.
El último en presentarse fue Marco, el
chico que había captado la atención de Anabeth desde el primer momento, el
chico rubio de ojos marrones y dorados. Cuando se present a Anabeth, la chica
extendió la mano y el se la cogió estrechándola y sonriendo.
-Me llamo Marco Anabeth, encantado.
-Lo mismo digo- sonrió la chica.
Jake los miró por el rabillo del ojo y
sintió una inminente preocupación de la que Kiko lo sacó con unas palabras no
muy tranquilizadoras.
-Esa chica tiene lo que hay que tener, creo
que Marco también se ha fijado. Personalmente prefiero a la pelirroja, pero sé
que tú no. No la dejes escapar tan fácilmente.
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