Como si las manecillas del reloj dejasen de correr. Bajo el agua, el tiempo se paraba.
Bueno, casi siempre.
-Mierda.
Mierda mierda mierda mierda.
Manu se paró a mi lado y se quedó mirándome,
expectante.
-¿Qué pas…?
Le interrumpí.
-El examen.
De mañana. Tenía que estudiar, y… Agh.- se quitó las gafas de buceo. Hice una
pequeña pausa- Me acabo de acordar; no he cogido el libro, y… No puedo
suspender ese examen, ¿sabes?
Clavó sus ojos en los míos. Eran bonitos:
castaños, con manchas verdes. Y juraría que tenían destellos naranjas.
-No pasa
nada. Todavía estás a tiempo.
-¿Es que no
me has oído? Se me ha olvidado el libro.- le espeté.
Manu rio.
Claro. Manu era un año mayor que yo -él tenía
dieciséis y yo acababa de cumplir los quince. Me quité yo también las gafas y
me senté en el bordillo, haciendo fuerza con los brazos.
-Hmm…, vale.
¿Vamos?
-A por ello.
Nos fuimos a
un banco de la calle, a la salida del polideportivo. Se suponía que yo debería
tener el libro en las rodillas, pero como era tan lista me lo había olvidado en
clase. Siempre igual. Lo de ser tan
despistada lo había sacado de mi madre.
Manu
carraspeó.
-Bueno, y…
¿Qué es lo que no entiendes exactamente?
Suspiré y
bajé la mirada al suelo.
-Ecuaciones
bicuadradas.- musité.
-Bueno, no
pasa nada. Vale. Vale. A ver que me acuerde… -se calló un segundo; en esos
momentos yo ya estaba al borde de la hiperventilación.- Lena Gil, tienes suerte
de que sea bueno en Mates.
Tras casi
una hora hablando de incógnitas, valores y variables, y con los pies dormidos,
por fin comprendí cómo resolver esas malditas ecuaciones.
Había
tardado un rato y gastado un buen tocho de hojas (del cuaderno de Inglés de Manu),
pero había valido la pena.
Resoplé,
exhausta.
-Uf. Por
fin. No me puedo creer que lo haya entendido todo. Mira que soy mala en esto.
-Ni que lo
jures -asintió Manu. No le veía la cara, pero por su voz supe que estaba
sonriendo.
Yo también
sonreía.
Un Citroën
C3 granate pitó desde la acera en nuestra dirección, impaciente. Mamá.
-Tss, me
tengo que ir. Chao.
-Hasta
luego. Y suerte mañana; seguro que lo clavas.
Me reí.
-Seguro.
Desde luego, tengo al mejor profesor.
El teléfono
sonó tres tonos antes de que lo descolgaran.
-¿Dig…?
-¡Manu! ¡No
te lo vas a creer! -y, antes de que él pudiera responder siquiera, puse voz de
presentador y seguí hablando.- Señoras y señores, Lena Gil, negada en
Matemáticas pero con un profesor genial, ha aprobado el examen de esta mañana
con la increíble nota de… ¡Un ocho y medio!
Le escuché
reír, aunque su voz sonaba hueca a través del auricular.
-¿Qué dices?
¿En serio?
Me hice la
dolida.
-Pues claro,
¿qué te crees? Todo es posible en este mundo, amigo. Never say never,
¿no?
-Pero si tú
eras la pesimista que me aseguraba que iba a suspender… Por cierto, ¿esa no es
una canción de Justin Bieber?- dijo, en tono jocoso.
Me callé un
momento.
-¿De verdad,
Manu? Acabo de aprobar ese maldito examen. ¿Te crees que me importa si es una
canción de quién sea? ¡Que he aprobado!
Soltó una
carcajada.
-¡Un ocho;
ni más ni menos, señores!
-Y medio,
eh. ¡Y medio!
Vale, me he reído bastante con este capítulo. Y medio, ¿eh?, y medio. xDD
ResponderEliminarJajaja. Estoy deseando publicar los siguientes ^^
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